GRADAC – MAKARSKA | 168.232KMS
Amanecimos en Croacia más concretamente en Gradac. Nos bañamos en el mar. Éste siempre transmite tranquilidad, esperanza y renovación. ¿Cómo planteamos ahora el resto de los días? Ya veremos.
Salimos de Gradac, sin saber qué hacer. Nos pararemos en Makarska, un pueblo costero. No tardamos mucho, bordeamos la costa, el paisaje es fabuloso y la carretera invita a no correr y sí a contemplarlo.
Encontramos un camping en el mismo pueblo cerca de la playa. Comemos, descansamos y cogemos las bicicletas para ir a bañarnos. Llegamos al paseo marítimo había mucho bullicio. Tiendas, chiringuitos, restaurantes, heladerías, paseantes, bañistas y… un tobogán de agua en la playa. ¡Megaturismo al poder!
Nos bañamos entre cientos de cuerpos que elevan la temperatura del agua hasta la ebullición; el niño se monta en el tobogán, previo pago de sus padres, le compramos 10 bajadas, aunque él se encarga de timarle dos al croata; nos compramos un bañador y unas chancletas, baratos ambos; después unos helados y un paseo por el pueblo en bici, todo limpio y ordenado, ofrece rincones muy agradables en los que sentarse para cenar o tomar algo y disfrutar de la vida del pueblo. Durante la cena decidimos que mañana nos vamos hacia Split.
MAKARSKA – SPLIT




Nos vamos hacia Split. Ya hemos decidido que haremos en Croacia. Seguiremos la costa dirección norte buscando lugares tranquilos, y a ser posible económicos. Tercera noche en Croacia, país de humoristas y afables lugareños. Hemos parado en Stobrec en un camping a seis kilómetros de Split. Limpio, ordenado, iluminado, señalizado, caro, excesivamente caro; una premisa que nos saltamos ya de buenas a primera.
Hoy no hemos hecho nada, sólo descansar bañarnos y que los enanos jueguen todo lo que quieran que llevan trece días dentro de la furgo.
SPLIT
Visita a Split. Ha hecho un calor infernal. Hemos tenido que pelear duro por avanzar por la ciudad. Desde el camping hay varios autobuses que llegan hasta la ciudad; sino hace mucho calor, y te atreves, espéralos; te dejan en el mismo centro. Nosotros, en los tres cuartos de hora que tardó el coche de línea perdimos la mitad de las sales minerales y durante el trayecto perdimos la otra mitad. Una vez en el centro lo primero fue recuperar un poco de hidratación. Posteriormente intentamos pasear lo cual se presenta extremadamente complicado debido a la gran afluencia de turismo; aún así podemos disfrutar de las calles y gentes de Split. La ciudad es bella, turística, tostada, asequible…
SPLIT – PENÍNSULA DE VIR
Nos hemos dirigido al parque natural de Krka, aunque no lo hemos visitado, porque las 95 kunas, unos 13 euros, por persona que cuesta son un escollo insalvable, el otro inconveniente, sin duda, la cantidad de turistas que hay. Otra vez será. Como no tenemos prisa nos dirigimos tranquilamente a Zadar. Cogemos por la carretera 56 para ver un poco el interior. Aunque queda por ver aún gran parte del país, podemos ratificar que esta zona es un terruño reseco, un paisaje lunar que ofrece unas vistas constantes de pueblos abandonados o semi deshabitados, casas y escuelas derruidas son el cuadro predominante.
Es bonito, por supuesto, aunque el calor hace inviable parar. Cogemos la carretera de la costa y paramos a comer junto al mar.
Nos dirigimos a la pequeña península de Vir. Sabemos que encontraremos un rincón tranquilo y agradable fuera del turismo de masas. Así es. Después de entrar al pueblo localizamos un pequeño autocamp familiar, en el cual, los mismos clientes hacen de recepcionistas. Acampamos junto al mar, a dos metros de él. Nos volvemos a bañar.
Llegamos a Zadar, hace un calor terrible, entramos en el casco antiguo por un puente, pues éste es una isla y… es increíble y maravillosa.
Sin prácticamente paseantes puedes detenerte, fotografiar, observar… no hay empujones ni prisas. Llegamos hasta la otra orilla y en el espigón vemos a la gente tomando el sol, el agua es transparente, el aire está acompañado de notas que salen del órgano de agua construido en el muelle. Hay relajación. Nos bañamos.
Nos vamos de Zadar encantados. ¿Por qué nos fuimos tan rápido?.
Nos dirigimos a la pequeña península de Vir. Sabemos que encontraremos un rincón tranquilo y agradable fuera del turismo de masas. Así es. Después de entrar al pueblo localizamos un pequeño autocamp familiar, en el cual, los mismos clientes hacen de recepcionistas. Acampamos junto al mar; a dos metros de él. Nos volvemos a bañar.
VIR – PAKLENICA | 168.529 KMS
Nos dirigimos a la isla de Pag. El territorio anterior a la entrada de la isla es la antesala del fin del mundo. Cruzamos un magnífico puente y nos adentramos en la isla de Pag. El paisaje cambia por completo, parece que hemos atravesado algún tipo de agujero negro y nos hemos trasladado a un lugar cercano a Marte. La isla de Pag es yerma, árida y carente de cualquier tipo de esperanza de la procreación de vida vegetal. Es brutal y magnífico. Merece la pena dedicar un día a este lugar, buscar un escondrijo y bañarse en sus aguas cristalinas. Nosotros llegamos hasta Košljun, un pueblecito poco amable con los turistas, donde nos dimos un chapuzón, comimos a la sombra y echamos una siesta reparadora. Nos detuvimos en el castillo fortificado que hay a la entrada de la isla. Es una construcción que servía de defensa del territorio, está bastante bien conservado de forma natural y es una gozada poder observar las vistas que ofrece el enclave. Nos hemos acercado al Parque Natural de Paklenica, sin intención de visitarlo, pues era tarde y el calor sofocante. Continuamos camino buscando un lugar en el que instalarnos para pasar la noche. La suerte nos acompaña. Hemos encontrado un autocamp pegadito a la playa, pequeño, limpio, barato y con… un gran trampolín. Jugamos y nos bañamos hasta bien entrada la tarde. Las aguas transparente dejan ver el fondo marino que está cargado de actividad, y a pesar que no me gusta saber que allí abajo hay bichos con dientes, pinchos y pinzas, remojarse y nadar en estas aguas es rozar el paraíso. Para acabar de sazonar un día perfecto, la naturaleza nos brinda uno de sus mejores atardeceres. Acabar el día así es maravilloso.
LUKOVO – RABAC | 168.692 KMS
Salimos del paraíso y cuando llevamos dos horas de camino, observamos que hay una carretera que baja hasta la playa. Intentamos encontrar el inicio de dicho camino, pero no aparece. El mar queda alejado por debajo. Finalmente y en un curva, justo antes de la entrada de un túnel, aparace lo que presumiblemente puede ser la entrada a la carretera que buscamos. Pisamos a fondo el freno, y conseguimos corregir la dirección de la furgo. Empezamos a bajar. Una pendiente de un 15% y una carretera muy angosta nos hacen ir despacio. Vamos lentos descubriendo la playa, luego una callecita, un campanario, por fin Lukovo.
Otra vez en la furgo, abandonamos Lukovo con la gran satisfacción de haber encontrado este pequeño y fascinante enclave, ahora nos dirigiremos hacia la península de Istria, pero antes paramos a mirar el puente que une el continente con la isla de Krk, impresionante. Cuando llegas a Istria Croacia te muestra otra cara. El paisaje cambia por completo. Dejamos atrás las secas laderas y entramos en un marco totalmente diferente. Las montañas están cargadas de vegetación. Pino, encimas y arbustos parcos predominan. Más especies de flora existen, mi ignorancia al respecto me impiden señalarlos. La costa es escarpada y aunque la carretera fluya cerca de la costa, las vistas al mar son menos expuestas. La gran urbanización de la que adolece al territorio ya se presenta como un escollo para encontrar un lugar agradable y económico.
De momento atravesamos Rijeka. Si se obvian sus grandes astilleros imponentes, con grandes transatlánticos varados esperando a ser reparados, la población puede ser interesante. Sus calles cargadas de edificios coloniales, con un toque decadente, invitan a parar a dar un paseo. A nosotros no lo suficiente.
Es tarde, y mi rodilla no aguanta más. Nos equivocamos de desvío y acabamos en un camping en la población de Rabac. Aquí más que nunca observo la realidad de la zona, la historia. La mezcla entre occidente y oriente.